La cara oculta de lo “gratis”
Vivimos en una era donde el Internet parece un recurso inagotable y gratuito. Cada click y cada acción, podemos hacerlo todo sin pagar un peso. Pero, ¿alguna vez te preguntaste cómo es posible que estos servicios, con millones de usuarios y servidores, sean gratuitos?
La realidad es que nada en Internet es realmente gratis. Si no pagamos con dinero, pagamos con algo más importante: nuestros datos personales.
Vigilancia digital
Empresas como Google, Facebook o Amazon entendieron algo clave con lo que podrían masificarse aún más, la información que brindaban los usuarios era más valiosa que los servicios mismos. Cuanto más saben sobre nosotros, más podían predecir qué queríamos ver, comprar o hacer.
Así nació el modelo de vigilancia digital, un sistema que recopila cada dato que dejamos en la web, desde lo que buscamos hasta el tiempo que pasamos mirando una publicación, todo para poder alimentar algoritmos que aprenden a conocernos mejor que nosotros mismos.
Cookies: pequeñas pero poderosas
Cada vez que ingresás a una página web y aparece el cartel de “aceptar cookies”, estás frente a una de las herramientas más utilizadas para rastrear la actividad online. Estas, con un nombre tan “tierno” son pequeños archivos que los sitios guardan en tu dispositivo para almacenar tu información: qué idioma elegiste, qué agregaste al carrito o si ya iniciaste sesión. Pero el problema surge cuando las cookies pertenecen a terceros, creadas por empresas externas (como Google, Meta, etc.) que siguen tus movimientos entre diferentes sitios web. Por ejemplo, si buscás “zapatillas” en una tienda, después empezás a ver publicidades de diferentes zapatillas en Instagram o YouTube. Esto no es casualidad, sino que es el resultado de las cookies que comparten tu información con otras redes publicitarias.
Con el tiempo, estas cookies permiten construir un perfil muy detallado sobre vos, con datos como tu edad estimada, ubicación, hábitos de consumo y horarios de navegación. Y, aunque se presentan como una forma de “mejorar tu experiencia”, en realidad sirven para que las empresas vendan esos datos y ganen en base a emplear tu atención como bien.
Es por esto que varios países (especialmente en la Unión Europea) exigen que los sitios web informen y pidan consentimiento para usar cookies, aunque en la práctica la mayoría de los usuarios simplemente presiona “Aceptar” sin leer nada.
Entender esto es clave: no son solo archivos técnicos, sino que son el puente entre tus hábitos y el negocio de la publicidad digital.
Lo “gratis” que no es tan gratis
Cuando una app o red social dice ser “gratuita”, lo que en realidad significa es que el negocio no está en cobrarte, sino en observarte.
Como explica Carissa Véliz, profesora de ética digital en la Universidad de Oxford, “cada clic que das deja un rastro de quién sos, y ese rastro se convierte en una herramienta de poder”.
Véliz sostiene que la privacidad no es solo un derecho individual, sino una condición para la libertad colectiva. Cuando las empresas controlan la información sobre nuestros gustos, miedos y deseos, también pueden influir en nuestras decisiones, desde qué compramos hasta qué pensamos.
Como conectarse con conciencia
Aunque parezca que estamos completamente expuestos, hay formas reales de reducir la cantidad de datos que entregamos y recuperar algo de control sobre nuestra vida digital. No se trata de desconectarse del mundo, sino de usar Internet con más conciencia.
Te recomiendo algunos pasos a seguir, simples pero efectivos:
-Revisar los permisos de las apps: Muchas piden acceso a funciones que no necesitan. Si una linterna te pide tu ubicación o tus contactos, es una señal de que algo está mal. Podés desactivar esos permisos desde la configuración del teléfono.
-Usar navegadores y buscadores privados: Como Firefox, Brave o DuckDuckGo, que evitan el rastreo constante y no almacenan tus búsquedas.
-Bloquear cookies y rastreadores: Existen extensiones como uBlock Origin, Privacy Badger o Ghostery que podrían ayudar a limitar la publicidad invasiva.
- Algo muy importante también es pensar antes de compartir todo lo que publicamos, ya que puede ser recolectado, almacenado y analizado tanto por aquellos usuarios dentro de las apps como quienes las rigen.
Y, sobre todo, cuestionar lo gratuito. Preguntarnos siempre: ¿Por qué esta app/servicio es gratis? ¿Qué gano y qué pierdo usándola? En la mayoría de los casos, la respuesta es clara: la empresa gana información; vos ganás comodidad… pero perdés tu privacidad.
Cuidar lo digital también es cuidarnos
Internet cambió nuestra forma de comunicarnos, aprender y trabajar. Pero también cambió la forma en que las empresas nos observan. El desafío no es no utilizar la tecnología, sino que no nos utilice a nosotros y que no nos importe. Cada acción cuenta, elegir qué compartimos, qué permisos damos, qué apps usamos; porque en la era de la información, la privacidad se volvió un derecho que está casi perdido.
La verdadera revolución digital no será desconectarse, sino reapropiarnos de nuestra conexión.
¿Querés seguir explorando estos temas?
Escuchá Charlando Online, el podcast donde pensamos juntos cómo la tecnología transforma nuestra vida cotidiana.



0 comentarios:
Publicar un comentario