Generaciones conectadas, generaciones cansadas
Un informe publicado en BBC Mundo advierte que, por primera vez en décadas, el cociente intelectual promedio de los jóvenes comenzó a descender respecto del de sus padres. Este fenómeno se asocia al cambio en los hábitos de aprendizaje y al uso intensivo de pantallas desde edades tempranas. Según un artículo de Xataka, un adolescente de hoy puede llegar a los 18 años habiendo pasado frente a dispositivos el equivalente a 15 años de jornada laboral completa. Sin dudas, como Nicolas Carr nos cuenta en su libro "Superficiales", las nuevas tecnologías intelectuales transforman nuestro cerebro y las formas de concebir el mundo, ejerciendo una influencia sobre el desarrollo y la conciencia humana.
La lectura profunda parece cada vez más difícil. Informes de la OCDE señalan que la comprensión lectora cae incluso en adultos. Nicholas Carr advierte: “La lectura profunda…fomentaba el pensamiento profundo. Cuando dejamos de ejercitar esos músculos mentales, empezamos a perder la capacidad de utilizarlos” (Superficiales, cap. 4). El desafío no es solo educativo, también cultural.
Internet nos ofrece un caudal inagotable de estímulos, pero con un costo. Como escribe Carr: “Lo que la Red parece estar haciendo es erosionar mi capacidad de concentración y contemplación” (Superficiales, cap. 1). En lugar de sumergirnos en un texto, saltamos de un link a otro, como si la mente se hubiera acostumbrado a un flujo constante de interrupciones. Esta dificultad para concentrarse y leer en profundidad no ocurre solo en el plano educativo. También impacta en la forma en que consumimos entretenimiento. Plataformas como Netflix aprovechan esa atención fragmentada: diseñan narrativas pensadas para el “maratón” de series y para mantenernos conectados el mayor tiempo posible. En este sentido, lo que Carr observa en la lectura se complementa con lo que vemos en el streaming: ambos escenarios moldean nuestros hábitos cognitivos y culturales bajo la lógica del consumo constante.
Netflix y el poder de los algoritmos
El debate sobre Netflix va más allá del entretenimiento. No solo difunde contenidos, también los produce y moldea lo que consumimos. Esto abre preguntas: ¿Qué intereses ideológicos o culturales hay detrás de las series que se nos recomiendan?
Al igual que la imprenta en su momento, las plataformas audiovisuales también modelan la forma en que pensamos el mundo. Carr recuerda: “Cada medio desarrolla un modo particular de prestar atención, y lo que imprimimos en nuestras mentes cuando nos sumergimos en él” (Superficiales, cap. 2). Las narrativas no son neutrales: construyen imaginarios, valores y hasta percepciones políticas.Además, los algoritmos actúan como filtros invisibles. Analizan lo que vemos, cuánto tiempo pasamos frente a cada contenido y hasta en qué momento pausamos un capítulo. Con esos datos fabrican recomendaciones “personalizadas”, que en realidad buscan maximizar el tiempo de visionado y la permanencia dentro de la plataforma. Byung-Chul Han ayuda a pensar este punto: vivimos en una sociedad donde el rendimiento y la autoexplotación se naturalizan. Así, la maratón de series deja de ser ocio para convertirse en otra forma de productividad pasiva, en la que nuestros hábitos son capitalizados como datos.
En ese sentido, Netflix no es un simple portal de series, sino un actor cultural con capacidad de orientar discursos, fijar agendas y consolidar tendencias globales.
¿Y ahora qué hacemos?
Quizás la salida no esté en abandonar las pantallas, sino en recuperar el equilibrio. Leer en papel, entrenar la concentración y combinar lo digital con lo analógico. Creo que, aunque uno desee “salirse del sistema”, de todos modos lo alimentaríamos, porque el sistema se nutre de nuestra propia actividad y de nuestra autoexigencia. Byung-Chul Han nos ayuda a pensar este punto desde otra perspectiva. Vivimos en un sistema que no nos oprime desde afuera, sino que nos hace explotarnos a nosotros mismos en nombre de la productividad y la hiperconexión. Incluso cuando creemos “desconectarnos”, seguimos dentro del circuito: nuestros datos, hábitos y consumos siguen alimentando a las plataformas. Como señala Han, la sociedad actual no está dominada por prohibiciones, sino por un exceso de positividad: la necesidad de poder siempre más, de estar siempre disponibles, de no quedarnos afuera.
Entonces, la clave entonces no es escapar, sino usar la tecnología de manera consciente, para no perder lo que nos hace más humanos: la capacidad de leer, pensar y comprender con profundidad.
Para seguir profundizando
Si te interesa ampliar estas ideas, te comparto algunos artículos y lecturas recomendadas:
1-BBC Mundo – El cociente intelectual de los jóvenes comenzó a descender por primera vez en décadas
3-Infobae – La crisis de una habilidad básica: cae la comprensión lectora de los adultos
4-Nicholas Carr – Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (2010)
5-Byung-Chul Han – La sociedad del cansancio (2012)
6-PanAm Post – Netflix y la batalla ideológica
7-La Mañana – La política según Netflix
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