Cómo los medios sociales modifican tus relaciones


Por Ignacio Olguín.

Una de las características definitorias de los medios sociales es el énfasis en crear y mantener relaciones. Todo el contenido que uno genera está designado para formar y mantener una relación más íntima con la gente, gente que en muchos casos uno no podría haber conocido de otra forma. Esto, inevitablemente, crea un proceso de cambio en la psicología interpersonal – incluso más intenso en las jóvenes generaciones “nativas digitales” que se han criado con acceso a las redes.

Hay importantes implicaciones económicas para los negocios, ya que toda el área de marketing se basa en las relaciones. Si uno se conecta con clientes a través de medios sociales, uno necesita si o sí mantenerse consciente de la forma conductual en los mismos.

El primer gran cambio es el incremento en la velocidad de conexión con una mayor cantidad de personas. Los medios sociales nos permiten conectarnos con muchas más, de los más diversos ámbitos, de las que normalmente veríamos en una semana de vida real y concreta. Uno puede tener quichicientos amigos en Facebook. Con este incremento en el número de conexiones y frecuencia de contacto, uno gana acceso a más ideas y recursos de los que jamás tuvo. Otra ventaja es que gracias a la informalidad de los medios es más fácil aproximarse a la gente que uno quisiera conocer (Lu Lopilato en Twitter) o amigos de amigos que comparten intereses de tu círculo (fanáticos de Dwarf Fortress).

El efecto del segundo gran cambio no es tan positivo como el primero. Se trata de la disolución de la diferencia entre las verdaderas amistades, los vínculos íntimos, y los simples conocidos, con los que uno puede llegar a tener intimidad virtual más no real. ¿Son esos quichicientos amigos de tu Facebook las personas con las que quieres pasar tu tarde? La facilidad de las redes sociales puede encantar al usuario más fuerte y, por eso, siempre se corre el riesgo de ser atrapado por su dulce y seductivo abandono, llevándonos a la negligencia hacia los otros amigos, esos que vemos en nuestra vida diaria cuando vamos al trabajo, la unidad básica o la escuela.

Otro problema que provocan los medios sociales es la posibilidad de verse bajo los efectos del “contagio emocional”. Muchos estudios psicológicos han demostrado que las personas que sufren depresión aumentan la probabilidad de que sus conocidos también la padezcan. Este fenómeno también se traslada a internet, aunque de modo claramente más leve, y transforma a esos quichicientos amigos de Facebook en vectores de estados de ánimo a punto de suceder. Aunque nunca hayas interactuado en la vida real con Lu Lopilato, si Lu Lopilato está furiosa su ira puede alcanzarte e influenciarte. A medida que tu red aumenta, también tus reacciones se ven catapultadas a la cara de miles de personas.

Para complicar las cosas, la anonimidad y falta de consecuencias (inmediatas) de internet, ha convertido a gran parte de la comunidad online en un mar de gente cínica, crítica y molesta. Si la negatividad y malos modales pueden transmitirse a la velocidad del rayo, entonces el problema es muy serio. No son extraños los casos de calumnias, piedras arrojadas y manos que se ocultan, agresiones gratuitas, el temido “ciberacoso” y la presencia de los insoportables trolls, degenerados que se divierten con todo esto.

En último lugar –pero no menos importante- el estar rodeado informativamente de personas con todo tipo de estilos de vida e historias puede afectar de forma notoria tu autoestima. Si tu amigo, que es igual de feo, se levanta a Lu Lopilato aunque vos la agregaste en Twitter antes… Es inevitable sentirse un fracaso.

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Periodismo digital – Guillermo E. López - UNQ.
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