¿Alguna vez viste una publicidad antigua y pensaste: “¿Esto salía en la tele y nadie decía nada?
Durante décadas, la publicidad fue una máquina silenciosa de reproducción de estereotipos. No solo vendía productos: vendía una idea muy clara de lo que una mujer “debía” ser.
En mi nuevo video de YouTube (y también disponible en formato podcast), exploro cómo la publicidad machista formó parte activa de la cultura patriarcal y cómo estos mensajes afectaron –y siguen afectando– la forma en que las mujeres son vistas y se ven a sí mismas.
Mira el video completo acá: https://youtu.be/XchaCfQn-EY?si=55tcP1PBXbMukvPk
Escúchalo en el podcast acá : https://creators.spotify.com/pod/show/camila-vega7/episodes/Publicidad-Sexista-e33nhe5
Tras la Segunda Guerra Mundial, las mujeres que habían ocupado puestos laborales comenzaron a ser “devueltas” al hogar. Y ahí, la publicidad jugó un rol fundamental. A través de anuncios que parecían inocentes, se reforzó la idea de que el rol natural de la mujer era ser ama de casa, esposa y madre.
“Dale lo que ella realmente quiere: una aspiradora.”
“Una mujer que no cocina bien, no retiene a su marido.”
Te suena? A nosotros también. Horrible, pero cierto.
La publicidad machista operaba en distintos niveles. Algunos de los más comunes:
Reducción al rol doméstico: las mujeres aparecían solo limpiando, cocinando o sirviendo.
Cosificación: el cuerpo femenino se usaba para vender desde cerveza hasta neumáticos.
Dependencia emocional: muchas campañas mostraban a la mujer buscando aprobación masculina.
Estética como obligación: anuncios de dietas y productos de belleza instalaban que “para ser amada, primero hay que ser delgada”.
Estos mensajes naturalizaron desigualdades, reforzaron estereotipos y contribuyeron a desempoderar a las mujeres durante generaciones.
De todas maneras, las nuevas generaciones están más despiertas, hay publicidades que rompen moldes, y el feminismo puso sobre la mesa el debate sobre representación, diversidad e igualdad. Pero el cambio real empieza cuando dejamos de consumir sin pensar. Cuando elegimos marcas que comunican con responsabilidad y denunciamos las que siguen vendiendo estereotipos disfrazados de humor o tradición.
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