Cuando parecía todo inventado en materia de entregas a domicilio... Glovo, Rappi y Pedidos Ya llegaron para desmentirlo.
El microcentro porteño se pobló de jóvenes que pedalean más de quince kilómetros por día con mochilas gigantes de color amarillo, rojo o naranja. Todos tienen entre 18 y 35 años. De diez, ocho son extranjeros (colombianos y venezolanos en su mayoría), y dos argentinos. Trabajan de ocho a doce horas diarias, seis de los siete días de la semana. Su sueldo oscila entre los 10 mil y 15 mil pesos.
Su metodología de trabajo es muy simple: los repartidores van a los locales, compran o recogen lo que la gente pide y lo llevan a destino en menos de una hora y con un máximo de seis kilómetros de distancia. El cobro del envío va desde los $10 hasta los $40.
Sus condiciones laborales son muy criticadas: trabajo informal y precarizado, escasas condiciones de seguridad, las herramientas corren por cuenta de los empleados y desamparo legal contras las aplicaciones. Todos los repartidores coinciden en que es una salida laboral rápida pero insegura y que no se imaginan haciéndolo durante mucho tiempo.
La polémica recién empieza. ¿Es una nueva forma de explotación laboral? ¿Quién controla qué llevan los repartidores? ¿Quién los contrata? ¿Cuentan con las herramientas de seguridad pertinentes? ¿Es legal? Son preguntas que aun no tienen respuestas.
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